Cuando a comienzos de 2002 me convoca Fabiana Cantilo para que me haga cargo del sonido de su próximo disco, sentí una especie de escalofrío que recorrió toda mi espalda. Definitivamente, se trataba de un desafío muy importante, ya que este sería su primer disco con canciones de su autoría, con una temática autobiográfica. Para colmo, sabía que este lanzamiento iba a ser muy esperado por su público, ya que Fabi venía de cuatro años de inactividad discográfica.
La producción estuvo a cargo de Cay Gutiérrez y Marcelo Capasso, respectivos tecladista y guitarrista de su banda estable. Esto presentaba dos aristas, por un lado, la comodidad y entrega total de la artista, ya que sus productores formaban parte de su círculo más íntimo; por otra parte, el peligro latente que puede surgir cuando toda la contemplación se realiza desde adentro de la misma banda, algo que podría llegar a no alejarse demasiado de una auto producción.
Esto, per se, me ubicó en un lugar diferente al que esperaba. Me di cuenta que no solamente sería el técnico, sino que, al venir de afuera de ese círculo, podría tener una visión en algunos aspectos más objetiva. Y de hecho, eso mismo me encargaron.
Cuando comenzamos con la etapa de grabación (la mayoría de las tomas se realizaron en Orion, salvo algunas baterías en Circo Beat) yo partí de la base de que Fabi ya tenía su propio sonido. ¡Esa voz ya es una marca registrada! Todos sus discos anteriores tenían un audio en común, y de entrada, pensé que debía subirme a ese tren…
Sin embargo, a medida que fui sumergiéndome más y más en las temáticas del disco, me di cuenta que este debería ser diferente. Sentí que no debía continuar con el audio que todos conocían, porque estábamos creando algo que era mucho más que un disco más.
Entonces lo concebí como un Universo nuevo. Tenía que mostrar a una Fabi tremendamente íntima.
Tomé entonces una decisión que marcó en gran parte el audio de este disco. Decidí no enaltecer la voz. No Neumann U87, no API 512. No a la estética tradicional! Transformé la sala de Orión en una especie de living. Puse sillones, una mesa ratona, libros, adornos y veladores con luz cálida y tenue, intentando crear un entorno mucho más íntimo, lejos de la frialdad de un típico recording room. Me pareció que si Fabi iba a cantar sus propias canciones, su mundo íntimo, la ambientación sería una parte fundamental para obtener la entrega que necesitábamos.
A su vez, en lo referente al audio de su voz, busqué un sonido más visceral, y menos convencional. Probé varios micrófonos, combinados con los pocos previos que tenía entonces, optando finalmente por un Rode NTK.
Por supuesto, la suma de todas estas decisiones nos estaba llevando a un sonido que se alejaba mucho de su “marca registrada”, y empecé a ser consciente de que esto mismo podría ser incluso peligroso, ¿aceptaría su público semejante giro?. Sabía que era un tiro que si no salía muy bien, saldría muy mal! Recuerdo que conversamos esto varias veces. Sin embargo, estas conversaciones afirmaron mucho más nuestra posición.
El audio tenía que coincidir con un estado anímico, con un momento de su vida.
Me dieron vía libre. Eso provocó que mi compromiso se multiplicara, y el de cada uno, formando en consecuencia un equipo de trabajo tremendamente sólido. Particularmente, creo que llegamos a la máxima expresión con el tema “Mundo imaginario”.
Probablemente, con este disco entendí que la palabra técnico, o ingeniero de sonido, no hace verdadera justicia a nuestra labor. Somos mucho más que eso. Somos parte de ese audio. No operamos: decidimos! Sentimos, y actuamos en consecuencia.
Recuerdo que cuando terminamos el disco nos transformamos en unos seres totalmente vulnerables, ya no solamente porque no sabíamos si su público aceptaría nuestra propuesta, sino porque tampoco sabíamos qué diría la prensa acerca de romper las reglas y sus consecuencias… Finalmente, un día nos enteramos que la crítica en el suplemento Sí! de Clarín fue muy buena, luego sucedió lo mismo con el suplemento No, de Página 12. Pero faltaba aún el veredicto de la revista Rolling Stone…, y llegó ese día, ubicando a “Información Celeste” como una obra realmente seria de Fabiana Cantilo. Por fin respiramos!!
Información Celeste ganó el Premio Carlos Gardel en la categoría “Mejor Album Artista Pop”. A veces me pregunto si este disco hubiera obtenido la misma respuesta de su público si todo hubiera sido hecho de acuerdo a las normas y costumbres. Pero supongo que no.
¿Cuál es el límite en nuestro rol de ingenieros o técnicos al momento de la gestación de una obra? Creo que no existe ese límite. Si realmente nos sentimos involucrados en cada decisión, entonces, somos una auténtica parte de esa música.